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Julieta Mariel Messer Contacto: julieta.messer@hotmail.com

La terquedad

Por Julieta Messer*

«Die Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt»
«Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo»
Ludwig Wittgenstein
Tractatus Logico-Philosophicus

Un maremágnum de sentidos se han desplegado en las funciones de «La terquedad» una pieza teatral grandilocuente que hoy transita su última función. Cierre de la heptalogía de Hieronymus Bosch que escribió Rafael Spregelburd inspirado en el célebre cuadro «La Mesa de los pecados capitales» pintada por El Bosco hacia fines del siglo XV, la obra inauguró la temporada del renovado Teatro Cervantes-Teatro Nacional Argentino ahora a cargo de Alejandro Tantanian. Luego de estrenarse en teatros europeos la apuesta de Spregelburd tardó diez años en hacer su intempestiva entrada en el teatro nacional demostrando que el Estado puede y debe apoyar y generar este tipo de espectáculos. «La terquedad» fue sin duda un desafío para el espectador medio no acostumbrado a desgranar los sentidos múltiples de un espectáculo que ofrece un mundo de sensaciones vertiginosas e inquietantes. La Guerra Civil Española, aquel episodio lamentable de nuestra historia mundial es el centro de una trama compleja en dónde la ideología de cada uno de los personajes revela una ambigüedad clave en dónde el humor funciona como elemento indispensable para narrar lo impensable. Masterclass de lo mejor del teatro argentino en Argentina. Eso fue «La terquedad». Con un elenco soñado formado por Paloma Contreras, Analía Couceyro, Javier Drolas, Pilar Gamboa, Andrea Garrote, Santiago Gobernori, Guido Losantos, Monica Raiola, Lalo Rotaveria, Pablo Seijo, Alberto Suárez, Diego Velázquez y el propio Rafael Spregelburd la pieza teatral batió records de público en un teatro que pedía a gritos una renovación en materia de contenidos. «La terquedad» funcionó como un dispositivo que despabila al espectador acostumbrado a una linealidad aristótelica en dónde principio-medio-fin son elementos fuertemente delimitados. El peso de nuestra tradición teatral argentina costumbrista-naturalista se va quedando en el pasado para dar lugar a otras formas que discutan otros paradigmas estéticos. Con una propuesta en donde el tiempo corre hacia adelante pero camina para atrás, la obra propone un desafío que borra las temporalidades multiplicando los conflictos. Oportunidad de que el espectador otorgue sentido, interprete, discuta, piense, se emocione, reflexione, se indigne, se ría, se vaya espantado o vuelva tres veces a verla otra vez.

El compositor alemán de ópera Richard Wagner (que por supuesto rechazamos ideológicamente) forjó un interesante concepto: «Gesamtkunstwerk». Puede traducirse al castellano como «Obra de arte total». Creo que esta fusión entre la música, el teatro y lo visual se logró, se rebalsó en «La terquedad». Y más que una escenografía despampanante hablemos de una semi-arquitectura. No había otra forma de contar esta historia más que en este dispositivo giratorio que es una lección ejemplar para cualquier estudiante de escenografía contemporáneo. «La terquedad» cuenta además con una tripulación actoral excelsa que capitaliza todos los géneros teatrales y por qué no literarios. Sin empantanarse el elenco deluxe se mueve con frescura dentro de un texto por demás complejo y lleno de subtextos. Otro elemento llamativo es la irrupción de la actualidad a través de algunos parlamentos. La característica de «La terquedad» no es su hermetismo dramatúrgico sino su capacidad de cambiar a través de las funciones. La libertad es total. Todo muta a un ritmo imparable, el de la historia.
Los actores merecen un párrafo aparte: ¿cómo describir el sentimiento que provoca la bella Pilar Gamboa cuando «Alfonsa» desgrana su terrible monólogo acerca de su hermana muerta? ¿cómo no recordar sin lágrimas cuando Lalo Rotavería en el papel de «Riera» nos confiesa que el cabo es analfabeto? ¿cómo no estallar de la risa cuando el «Cura Francisco» (Diego Velázquez) le explica en espanglish al soldado inglés quién fue Federico García Lorca», ¿cómo no sentirse profundamente movilizado cuando «Planc» recibe la carta de su hijo muerto luego de varios meses?. Momentos que impactan como ametralladoras son infinitos. Un elenco que supo trabajar las individualidades en pos de una estructura mayor, porque es evidente que la noción de equipo es indispensable en el quehacer teatral. No importa qué: pero «La terquedad» provocó algo. Curiosa recepción del público que en el intervalo forjaba todo tipo de teorías acerca del significado de la obra aún inacabada. Y ahí sin caer en el didactismo teatral asistimos a una feliz conclusión: el teatro es aquel disparador del pensamiento, de la discusión, del trabajo de re-pensar la historia y con ella el presente.

¿De qué habla «La terquedad»? del lenguaje, del tiempo, de las ideas. Como en una Matrioshka rusa se compone de tres diferentes puntos de vista que cuentan una misma historia. Desarrollo vertiginoso que se despliega ideológicamente en el escenario del Cervantes. Una escenografía tamaño dinosaurio, una iluminación dramática y un vestuario de época son los ítems que forman parte de una Terquedad que brilló por su forma y su contenido. Un gesto de modernidad y un llamado de atención: el teatro argentino está aquí, más vivo que nunca. Inútil es discutir el didactismo del teatro. Ya lo dijo Eugene Ionesco «Si es absolutamente necesario que el arte o el teatro sirvan para algo, será para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya». En cambio se puede pensar qué hizo que esta obra resuene tanto, que se agoten las entradas, que el público pida que las funciones se extiendan. En suma: Buenos Aires es una de las ciudades del mundo que más teatros tiene, sin embargo los dramaturgos y directores argentinos a veces deben esperar diez años para que sus proyectos se materialicen. El público estaba, o el público se ha creado. Y es un lujo haber podido asistir a un acontecimiento tan enriquecedor y nutritivo como la teatral Terquedad. Y no en Milán ni en París. Acá en Buenos Aires. En nuestro Teatro Cervantes- Teatro Nacional Argentino.

*Por Julieta Messer
Licenciatura en Artes

Ficha técnico artística

Intérpretes: Paloma Contreras, Analía Couceyro, Javier Drolas, Pilar Gamboa, Andrea Garrote, Santiago Gobernori, Guido Losantos, Monica Raiola, Lalo Rotaveria, Pablo Seijo, Rafael Spregelburd, Alberto Suárez, Diego Velázquez
Vestuario: Julieta Álvarez
Escenografía: Santiago Badillo
Iluminación: Santiago Badillo
Diseño Audiovisual: Pauli Coton, Agustín Genoud
Música original: Nicolás Varchausky
Asistencia de escenografía: Isabel Gual
Asistencia de dirección: Juan Doumecq
Producción: Yamila Rabinovich, Ana Riveros
Colaboración artística:Gabriel Guz
Dirección: Rafael Spregelburd

Web: http://www.teatrocervantes.gob.ar/
Duración: 180 minutos
TEATRO CERVANTES – TEATRO NACIONAL ARGENTINO
Libertad 815
Capital Federal – Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 4816-4224
Web: http://www.teatrocervantes.gov.ar
Entrada: $ 120,00 / $ 90,00 / $ 60,00 – Viernes – 20:00 hs – Hasta el 10/06/2017
Entrada: $ 120,00 / $ 90,00 / $ 60,00 – Sábado – 20:00 hs – Hasta el 10/06/2017
Entrada: $ 120,00 / $ 90,00 / $ 60,00 – Domingo – 20:00 hs – Hasta el 10/06/2017
Entrada: $ 120,00 / $ 90,00 / $ 60,00 – Jueves – 20:00 hs – Hasta el 10/06/2017

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Esta entrada fue publicada en 10 junio, 2017 por en teatro y etiquetada con .